Busco remedios para no pensar, y los fantasmas esgrimen mejores estrategias para invadir mi privacidad. Se adueñan de mi hogar, de mis objetos personales, de mis afectos, de mi cabeza, de mi cuerpo, y hasta de la totalidad de mis enemigos.
Un búho de
vientre colorido y parpadeante vigila mis movimientos, al tiempo que mi mundo
imaginario comienza a desmoronarse y la realidad estalla por los aires cuando
me observo en el espejo. La onda expansiva alcanza hasta el último de los rincones
de mi universo. La nada comienza a transformarse en la totalidad de la
existencia; y sigo pensando inmutable, mientras busco remedios para la nada en mí.