de mis ojos.
Sin razón.
Recorren, sin causa,
mis mejillas heladas,
y un escalofrío me abraza el alma.
No sé que sucede.
Escucho el estruendo de un grito silencioso.
No soy yo el que veo en los espejos.
Un film interminable
de apenas segundos,
se proyecta en un instante de
conciencia.
Y una sucesión de
acontecimientos
estalla en mi cuerpo.
Todo convulsiona.
Convulsiono.
Y me desborda un relato interminable,
extraordinario,
que no puedo describir en palabras
existentes.
Soy, quiero, voy.
Encuentro, sufro, estoy.
Me repelo
en torbellinos de palabras que no
escuchan,
e ideas que no se ocurren.
Me desestimo, me timo,
me destierro y me encuentro en mi lugar
preciso,
en mi universo,
en la defenestrada tierra de los
poderosos de la sensación
y los pobres del silencio.
Brotaban, solas,
de mis ojos.
Sin razón.
Convulsionaba.